jueves, 28 de febrero de 2013

Los peces de colores

El mes de enero brotaron las palabras pensando en cómo estaría pasando Emma las últimas semanas en su pre-universo...le queda ya tan poco para estar con nosotros...http://estanochetecuento.blogspot.com.es/2013/01/ene170-los-peces-de-colores-de-bea.html#comment-form
Un retrato para el mes de febrero:
http://estanochetecuento.blogspot.com.es/2013/02/feb139-la-musa-muerta-de-bea-aparicio.html

jueves, 3 de junio de 2010

Escucha (II)

Paso a dos - El Cascanueces (Tchaikovsky)

Generación particular de un paraíso efímero que existe solo a ratos. El resto del tiempo es un paso a dos que despierta, transita, se asoma a un abismo, se hunde, emerge, levita, siente y se apasiona. Se adormece, respira. Y sobre todo, existe. Vive.

domingo, 30 de mayo de 2010

Escucha (I)

escena final de Tristán e Isolda (Wagner)

Sublime en el agotamiento,
Atroz en el último suspiro.
Tenue, ahora.
Terrible hálito final.
Mágico y eterno.

jueves, 29 de abril de 2010

EL GOL

El jugador se revuelve al borde del área, justo en ese lugar estratégico donde el incesante rugido del público se convierte ya en ensordecedor. Lejos de amedrentarle, le da alas, y avanza, sortea a dos rivales y continúa, fiel a su propio estilo, con la meta un poco más cerca, con la oportunidad escrita en sus ojos, que son reflejo de su mente, de sus piernas y de su alma. Se escora unos metros a la izquierda, baila con la pelota prometiendo no dejarla, con mimo, con intención. Con dedicación absoluta, ya que solo existe ella. Amaga y busca espacio entre la defensa para chutar. El mundo existe a su alrededor, pero se ha parado para admirarse con su danza. Un instante más. A la espera del golpe de efecto, ese que convierte el espacio recorrido desde el centro del campo y los segundos transcurridos en un suspiro mágico de fútbol.

Levanta la vista y adivina el miedo en los ojos del portero, el último escollo, porque ya no hay nada más, ya no hay nadie más que le pueda parar. De una forma tan sutil que incluso parece fácil, cruza el balón desde la izquierda, a pocos centímetros ya de la línea de fondo. Vislumbra un guante rojo que apura una última caricia a la pelota, pero en lo que parece una muestra de lealtad eterna, ésta prosigue su camino hacia el fondo de la red.

Y él se despide de ella con la mirada, mientras corre como si no lo hubiera hecho nunca, grita hasta quedarse afónico y pierde el aliento pensando que el cielo tiene que ser algo muy parecido a esto. Permanece vivo su esfuerzo, imborrable su pasión mientras acaban desgranándose los cinco interminables minutos que restan hasta el noventa y tres. Pitido final.

Le invade una extraña sensación. Y entonces lo sabe, cierra los ojos y respira profundamente: el mundo vuelve a girar, y lo hace alrededor de su jugada maestra.

miércoles, 21 de abril de 2010

En el mundo de los sueños

El otro día observé ensimismada un cuadro que absorbió mi actividad mental durante horas. Cierto que era domingo y si la noche de sábado es larga -lo fue- estos días se convierten en tiempo de resaca y absoluto descanso. Para eso están.

Decía que aquel lienzo desbordante de relieves y color fue robando cada uno de mis pensamientos entre pinceladas imposibles, hasta el punto de que no supe si eran ellos los que se dibujaban en el cuadro o él mismo el que se perfiló en mi mente. No tenía autor, o más bien, fui yo la creadora, en mis sueños, de esa explosión de realismo.

Dibujo pensamientos de la misma forma que fluyen de mi boca. Y otras no. Y existe una tercera categoría que me deja a medio camino entre lo que no se dice y no se escribe. Es el camino.

Pinté un cuadro la otra noche, durante aproximadamente siete horas y a pincel. Con cada sueño un trazo, un esbozo sin sentido aparente. Al despertar brotaron de mi alma un conjunto de sensaciones, un manojo de nervios, un ramo de rosas. Era una brillante pintura que permanece en mi cabeza tras un ajetreado viaje desde el subconsciente. Volveré a hacerle otra visita esta misma noche.

Bienvenido al mundo de los sueños.
¿Estás preparado?

miércoles, 14 de abril de 2010

Paisajes de verano

Buscaba otra ciudad, esa que no se ve, que se pierde en las inmensidades de un gigante donde reina el caos. ¿Cómo poner paz entre tanto desorden? Imposible hacerlo, cuando es mi cabeza la que da vueltas y no sabe calibrar el grado exacto de tranquilidad que necesita.

Son las ocho y diez de la mañana, y este entorno empieza a resultarme familiar después de tres semanas aquí. Aprieta el calor y mis párpados acumulan el cansancio inversamente proporcional a las horas de sueño de esta noche. La alarma del móvil trata, como todos los días, de sacarme de la cama. Lo consigue, una vez más. De todas formas, es el primer café el que lo hace todo mucho más fácil y si me apuras, también esa ligera, casi imperceptible brisa que acuna Madrid a esta hora de la mañana. Gracias, necesitaba un respiro.

Hoy trato de ver las cosas de otra forma. ¿Mejor? No, sólo diferentes, porque el optimismo después de todo es un estado de ánimo y tengo serias dificultades para saber cuál es el mío en este momento. Diferente es el color del cielo en la mañana de hoy, o el ruido de la calle Embajadores cuando inicio el corto trayecto hasta la estación de metro de Lavapiés. Línea 3: Sol, Callao y Plaza España; la verdad es que creía que nunca llegaría a acostumbrarme a viajar en metro y a darme paseos a diario bajo tierra. Hasta Noviciado camino por las catacumbas, por mil escaleras y túneles claustrofóbicos que tienen su final en la calle San Bernardo. Otro respiro, y esto no ha hecho más que comenzar.

Empieza el día, este miércoles 23 de julio que me observa impasible y dirige mis pasos hacia ninguna parte. Me sorprende revelando la fotografía de una mañana gris, de niebla espesa sobre paisaje en gama de color verde. Me descubre mirando hacia una playa de arena blanca a varios cientos de kilómetros en dirección norte y más tarde me devuelve a la realidad. No es un sueño, ése que debería robarle unas horas más al día y transportarme muy lejos. Bonita y rentable manera de viajar.

La imaginación se ríe a carcajadas de la velocidad de la luz en momentos como éste. Ella es más rápida y llega a los recodos más sombríos del alma, de la mente, de las cosas. Si se administra en dosis perfectas se funde sorprendentemente con la realidad y va más allá, a lugares que siempre merece la pena visitar sin levantar los pies del suelo.

Yo estoy de paso, y puede que mis huellas se borren en cuestión de segundos. O tal vez no, porque miro hacia atrás y siguen ahí, yo las veo. Se solapan con las caras, con las sonrisas y con los rostros quebrados de la gente. Con una palabra pronunciada a destiempo o con comentarios afortunados. Con el silencio o con la más sensual y sensitiva de las músicas. El abanico de opciones se abre con suavidad, con el simple roce de mis dedos sobre el plástico y la tela. Al final, puedo ver que el crisol de posibilidades es infinitamente amplio y el círculo se cierra cuando una extraña sensación de tranquilidad me invade de nuevo. Y sólo son las doce.

Una calle del centro es testigo del segundo café del día, cargado y con mucho azúcar para endulzar el gesto, pero el periódico me recuerda que existen malas personas en el mundo; yo creía que era lo peor que se podía ser, antes de darme cuenta de que existen otras que ni siquiera llegan a ese calificativo y que algunos seres que llaman humanos y que es evidente que no lo son, piden sin ningún tipo de vergüenza ser tratados como tales. Error.

Conviene detenerse de vez en cuando y pensar que la tristeza es otro estado de ánimo que cuando pasa, deja las sonrisas más bellas. Sonríe mi interior porque de repente me he acordado de valorar que lo que me rodea en este momento es mi opción, una más. Está visto que en ocasiones se me olvida eso que hay gente que ni siquiera tiene esa posibilidad. ¿Quién ha dicho que elegir bien sea fácil? Yo no.

Pero que sea difícil no quiere decir que no lo podamos intentar.